Una presión más para los pibes

La mayoría de los fichajes en todo el mundo están siendo por chicos de muy poca edad, pero de altísimo nivel, por ejemplo el Kun Agüero entre otros. Es clara la preferencia que se tiene por un jugador joven en el simple hecho de que se pretende conservarlo en el club por mucho tiempo, suponiendo que se mantenga con un alto rendimiento durante todo ese período.

El caso de Agüero, en particular, es medio raro y también apresurado, por que debuto en la primera de Independiente (Argentina) cuando tenía 15 años, y fue vendido al Atlético de Madrid, a los 17 años, agregando que fue por 28 millones de dólares. Para el gusto de la gente que se quedo con ganas de verlo un poco más, quedo esa espina de que se iba demasiado “verde” por el hecho de decir que le faltaba madurar.

Dato importante, el Kun, es un crack, pudo pasar la barrera de adaptación con gran facilidad y hoy en día tenemos el placer de verlo jugar en su máximo esplendor, sin embargo no he de olvidar que tuvo que completar su crecimiento de joven a hombre con un salto en el tiempo, en el cual posiblemente se perdió de una o mas etapas clásicas en la vida de una persona.

Un chico de 17 años que debe afrontar un cambio semejante debe estar preparado para muchas cosas, pero vayamos al caso de los que son aún más jóvenes, están presionados a ser prácticamente jóvenes estrellas desde los 10 años, persiguiéndose día y noche para entrenar y mejorar en su juego, por que un pase de un chico que no pertenece a ningún club, y llega a éste con 15 años o más, para el club ya es demasiado grande.

No vamos a entrar en la generalidad de decir que todos los clubes hacen esto, pero si nos pone a pensar, si los clubes que son compradores de jugadores pretenden a sus “jóvenes promesas” cada vez más chicos, los otros clubes que son vendedores de jugadores están obligados, económicamente hablando, a realizar fichajes de chicos, por no decir niños, y de apresurar el crecimiento en sus “canteras y semilleros”.

De aquí en más, esto será el génesis de una generación de “viejos jóvenes”, jugadores que tienen más de 10 años en primera división y que apenas superan los 25 años de edad, posiblemente, con varios títulos en su haber. Por suerte esta clase de chicos sigue surgiendo, aunque en el fondo queda una imagen con sentimientos encontrados, el agradecimiento a la vida por darnos el placer de disfrutar a estas estrellas por mucho tiempo, pero por otro lado el hecho de pedirle a una criatura que cambie su derecho a vivir una adolescencia plena, por una llena de responsabilidades y de presiones, cuando su único deber además del colegio debería ser el de divertirse.